Es cada vez más común que, durante un proceso de selección, la empresa y el candidato firmen un precontrato: un acuerdo en el que ambas partes se comprometen a iniciar una relación laboral en una fecha futura. Aunque la incorporación aún no se haya producido, romper ese compromiso puede tener consecuencias legales.
En este tipo de situaciones, muchas empresas se preguntan: ¿Puedo echarme atrás sin consecuencias? La respuesta es clara: no siempre. El precontrato es un documento con valor legal, y desistir de él sin causa justificada puede suponer tener que pagar una indemnización al trabajador afectado.
Desde el punto de vista jurídico, un precontrato es un compromiso firme y vinculante, reconocido por la jurisprudencia y respaldado por los artículos 1101 y 1254 del Código Civil. Aunque no haya alta en la Seguridad Social ni prestación efectiva de servicios, las partes están obligadas a respetar lo pactado.
Por tanto, no se trata de una simple intención de contratar, sino de un verdadero acuerdo con efectos jurídicos. Su incumplimiento puede considerarse un quebranto de obligaciones contractuales.
Solo en casos muy concretos. Si la empresa simplemente ha cambiado de opinión, ha reorganizado sus planes o ha encontrado un perfil más adecuado, eso no basta. Si no hay una causa objetiva que justifique el desistimiento, el candidato puede exigir una indemnización si demuestra:
No hay una cifra estándar. A diferencia de los despidos, donde existen baremos definidos, aquí la indemnización dependerá del daño causado. Algunos ejemplos que los tribunales han tenido en cuenta son:
Los juzgados han reconocido indemnizaciones de entre 2.000 y 6.000 euros, según la gravedad del perjuicio. El plazo para reclamar es de un año desde el incumplimiento del precontrato.
La ley permite romper un precontrato sin indemnización cuando hay causas objetivas, graves y debidamente justificadas. Algunos ejemplos son:
En cualquier caso, la empresa deberá documentar y demostrar que la causa no responde a una simple preferencia o conveniencia interna.
En resumen, firmar un precontrato implica una responsabilidad real. Si como empresa decides echarte atrás, hazlo con asesoramiento y con motivos sólidos. En caso contrario, podrías enfrentarte a una reclamación por daños y perjuicios que afecte no solo a tu bolsillo, sino también a la imagen de tu organización.